El mundo del emprendimiento, tiene algunos clichés que pueden hacer que algunas personas digan ¡yo no sirvo para esto! y que conviene matizar. Uno de éstos, es que quien emprende tiene que poseer una serie de habilidades y competencias, que todas juntas parecen de un superhéroe o heroína, y no de seres humanos.

Estas son algunas palabras que citan mis alumnos/as, cuando les pregunto cómo visualizan a una persona emprendedora: seguridad, proactividad, constancia, dinamismo, motivación, gestión emocional, autoconfianza, claridad de objetivos, capacidad de trabajo en equipo, liderazgo, valentía…etc.

La lista es larga y todo para mi gusto son cualidades que si bien deseables, no siempre se tienen cómo punto de partida, y menos todas juntas¡Si esperamos a tenerlas para dar el paso de emprender no lo haremos nunca!

Idealizar es un mecanismo psicológico por el que le quitamos a la realidad un trozo. Si idealizo en positivo, me quedo sólo con la parte positiva de la moneda, si me voy al otro extremo me posiciono desde el polo negativo. Hace años alguien me dijo que una virtud a cultivar era la del «gris» haciéndome ver que la vida tiene de todo, las personas también. Con idealizar hay que tener cuidado, porque más que ayudarnos nos frena en el camino, nos hace mirarnos con una exigencia inalcanzable para la que nunca estamos preparados que nos puede angustiar y embotar para la acción.

Tampoco quiero decir desde cualquier sitio y posición personal y vital, se pueda impulsar y sostener un proyecto de emprendimiento. Tantos años trabajando en el sector, me han enseñado que se necesita un sostén personal potente para enfrentar este reto.

Lo que digo es que emprender es un proceso de aprendizaje que no sólo implica desarrollar conocimientos técnicos, sino enfrentarnos a nosotros, enfrentar nuestras voces críticas, creencias y ampliar el mundo de lo que creemos que somos o podemos hacer.

Quien emprende tiene miedo, pasa por inseguridades, se equivoca… el reto que tiene delante le reta cada día… Quizá si dejamos de subir el cuello para ver cómo tendríamos que ser, y  comenzamos a descubrir quiénes somos, cuáles son nuestros recursos, debilidades, cómo manejarnos con ellos, hacia donde queremos ir, el camino se nos hace más real y llevadero.

Emprender tiene sus dificultades, está bien no añadir más leña al fuego con falsas e inaccesibles exigencias. Emprendemos las personas, así normales y corrientes y con un gran potencial. Realmente el reto está en poner esa capacidad a favor de la persona y su proyecto, y de eso va mi trabajo, de acompañar a crecer.

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