Vivimos en una sociedad que premia el hacer mucho como muestra de ser productivos y al mismo tiempo padece como lacra el estrés, que se dice afecta al 70 % de la población. Hacer más y más, se traduce en muchos casos en una exigencia que nos hace enfermar y dar menos. Así en muchas ocasiones, nos encontramos dando vueltas, cual roedores, en el círculo vicioso presión- rendimiento.
Para comprender mejor este círculo, las investigaciones de los psicólogos Yerkes-Dodson, en torno a la relación entre el rendimiento , motivación y presión, y del psicólogo y psiquiatra Daniel Goleman, en torno al secuestro de la amígdala, aportan mucha luz. Vamos a ir tirando de ellas para desmadejar estas relaciones:
Rendimiento y motivación: Sí tenemos que hacer algo que no nos gusta, interesa o motiva, el rendimiento mermará. Por el contrario, aumenta cuanto más motivada se encuentre la persona en relación al asunto que tenga por delante.
Rendimiento y presión:
• Ante un desafío o demanda nuestro organismo reacciona con el objetivo de movilizar energía para enfrentarlo. Esta movilización energética es nuestra respuesta, que puede convertirse en eustrés o un estrés que ayuda, o distrés o estrés que nos perjudica.
• La presión puede ser externa o interna. Externa cuando la demanda viene del exterior. Interna si la demanda viene de nosotros.
• Cierto nivel de presión nos ayuda y otro nos desborda.
Presión y estrés que ayuda.
Por ejemplo si tenemos que presentarnos a un examen y sabemos que tenemos tres meses para prepararlo, nuestro rendimiento seguramente será bajo. Pero si lo tenemos a una semana vista, este tipo de presión nos hace movilizar una energía para estar en activo y con un grado de concentración que nos permite rendir más. A este estrés, que puede ayudarnos a movernos en pos de lo que necesitamos, se le llama eustrés.
Con lo cual en su justa medida esa presión nos viene bien, porque si la presión es muy baja nuestro rendimiento tiende a decaer.
Presión que excede y estrés que perjudica.
Pero si la presión es excesiva, sobrepasando nuestra capacidad de respuesta, la vivimos como una amenaza, y el rendimiento baja. Este tipo de estrés se llama distrés, el mismo nos enferma y resta capacidad.
Una excesiva carga de trabajo, o tener que atender imprevistos continuamente, entre otros, si se convierten en pautas cotidianas, sobre todo, nos debilita y bloquea.
Pero la presión como decíamos no sólo es externa, el distrés puede producirse porque nuestra demanda interna sea de una exigencia excesiva. Así que la manera en que vivimos las situaciones, y el diálogo interno que nos contamos, pueden añadir un extra de presión que nos bloquee. Estos aspectos internos, son en muchos casos difíciles de hacer visibles, responden a patrones inconscientes que tenemos muy interiorizados.
Preparados los seres humanos desde los tiempos de las cavernas para sobrevivir, cuando la señal de peligro “real o imaginario” aparece, una parte de nuestro cerebro toma el timón, como mecanismo de defensa, y bloquea nuestra parte cognitiva. Quien toma las riendas es la amígdala o «cerebro emocional / irracional» que secuestra al neocórtex o «pensamiento / cerebro racional». Cuando la amígdala toma el mando, nuestro organismo reacciona con rapidez, no se para a pensar, y nos ofrece como alternativas congelarnos, huir o luchar.
Por tanto, cuando se produce el secuestro amigdalino, a nivel mental nos mostramos más torpes y puede haber una falta de elocuencia, porque estamos sobrecargados por la presión que dispara nuestro sistema de supervivencia, bloqueando nuestra capacidad de raciocinio. Muchas veces podemos desconfiar de nuestra capacidad, y lo que nos sucede es que la presión nos está jugando una mala pasada.
Además se liberan una serie de hormonas, las consideradas hormonas del estrés, como son el cortisol y la adrenalina, que tienen sentido en momentos puntuales de amenaza, pero que si se segregan continuamente nos enferman física y mentalmente.
Por eso es importante poner conciencia y cuestionar maneras de hacer que nos exigen o nos exigimos y que se demuestran perjudiciales a todos los niveles, nos enferman y bloquean. Más a veces es menos.