Antes de formarme como coach tenía muchas resistencias: algunas experiencias previas con el coaching y algunas lecturas, me recordaban a discursos muy simplistas, al estilo Mr. Wonderfull, que me rechinaban.
Tuve la suerte que mi primera clase de coaching, comenzó con un vídeo del espectáculo “Mejor es Posible” de la compañía Síndrome Clown. El profesor quería mostrarnos, precisamente, cómo en muchas ocasiones se identifica el coaching con un trabajo meramente motivacional al estilo ¡Si quieres puedes! o ¡Todo es posible!, que hacen un flaco favor a la disciplina. Ese inicio, me hizo respirar de alivio, y me dio la posibilidad de descubrir de verdad un método útil, práctico y ágil, a la vez que profundo, como es el coaching con rigor
Realmente si tuviera que resumir lo que es acompañar desde el coaching a una persona o a una organización, diría que es una invitación a incorporar tres cosas en su vida: tomar conciencia, responsabilidad y acción.
Tomar conciencia
El coaching nos invita a hacer una parada para descubrir qué necesitamos. Nos invita a ampliar la mirada y comenzar a ver lo que desde la inercia y la prisa se nos escapa.
Así podemos damos cuenta que nuestros problemas aparentes, quizá tienen raíces en causas en las que no habíamos reparado y que actuando sobre ellas las soluciones son más efectivas. O podemos vislumbrar nuevos caminos, que desde el cansancio y los automatismos no se perciben, y que necesitan sitios más calmados, creativos y frescos para descubrirlos.
Una de las referencias de la palabra coaching es la de ser vehículo, así un proceso de acompañamiento desde el coaching, nos permite transportarnos de una situación actual a otra de deseada, no por arte de magia, sino utilizando el camino para descubrir el potencial y recursos con los que contamos, así como de los obstáculos internos que a veces nos imposibilitan el cambio.
Responsabilidad
El coach acompaña, pero no dirige. El coaching parte del reconocimiento de que las personas y las empresas, cuentan con la capacidad de sus propias soluciones y lo que hace es facilitar este camino.
Así que el coaching nos lleva a tomar nuestro margen de maniobra, y salir de la zona de preocupación para adentrarnos en nuestra zona de influencia individual y colectiva.
En muchas ocasiones les damos muchas vueltas a las cosas, nos quejamos, pero nos cuesta tomar nuestro poder para ver qué podemos hacer nosotros por el cambio que queremos impulsar. Este poder no es ni omnipotente, como a veces se nos vende en algunos discursos idealizados, ni impotente, sino que está lleno de capacidad y también límites que merece la pena descubrir.
En el proceso de coaching activamos ese poder y comenzamos a ejercitarlo, asumiendo nuestra responsabilidad sobre nuestra vida.
Acción
Precisamente cuando tomamos conciencia y asumimos nuestra responsabilidad, el siguiente paso es pasar a la acción. El coaching invita a no quedarse en el discurso sino ir a la realidad, comenzar a tocarla y “aprender haciendo”
Yo enlazo el coaching con otros enfoques metodológicos que llevo en la mochila, como son las metodologías ágiles y en concreto con dos conceptos de las mismas que son muy útiles. Uno es el Kaizen o el comenzar a diseñar en pequeños pasos, que pueden ser los más urgentes o los más factibles para comenzar. Otro es el de Producto Mínimo Viable o como comenzar con proyectos pilotos que nos sirvan para ir aprendiendo de una manera sencilla y rápida, facilitándonos ir corrigiendo o ampliando opciones a medida que verificamos su utilidad o no.
Pasar a la acción nos permite ir ejercitando el músculo, ir aprendiendo de la experiencia, e ir enfrentando nuestros retos de manera más cómoda y sostenible.
Así que el coaching es un proceso que nos ayuda a ir por lo que necesitamos, despertando nuestro potencial y aprendiendo a gestionar los obstáculos que pueden aparecer por el camino, para que lejos de bloquearnos el paso, nos ayuden a conocernos y crecer, haciéndonos más fuertes, como personas y cómo organizaciones.