Qué formarse está bien, es como todo, «en su medida». A veces, no parar de hacerlo, esconde una dificultad para actuar. Y precisamente es desde la práctica, donde el conocimiento se integra y se vuelve experiencia.

Cuando el formase se nos va de las manos, puede que padezcamos “cursillosis aguda”, esa enfermedad difícilmente diagnosticable, porque la capa de aceptación social de este exceso es elevada, y que consiste en consumir formación.

No parar de formarse, sin hacer la digestión e ir incorporando lo aprendido, puede hablarnos de un fondo de inseguridad y de miedo a exponerse «haciendo», o de una sobre exigencia, donde nunca se está suficientemente preparad@ para dar paso a la acción. Esta manera compulsiva de actuar, suele darse de manera inconsciente y a menudo, me lo encuentro en mi trabajo cuando acompaño a personas hiperformadas, pero que no terminan en poner en valor todo lo aprendido.

Realmente no necesitamos la formación, cómo trofeos que colgar en un currículum, sino cómo experiencias que nos permitan ampliar el saber hacer, que es realmente lo que se busca si vamos a trabajar tanto por cuenta ajena o impulsando nuestro proyecto propio.

Formarse es clave, ejercitar lo aprendido otra y para esto también necesitamos tiempo. Y si acumulas, sin aterrizar en la práctica, no estás dando espacio a algo crucial en la integración de la enseñanza.

Así que formación ni si, ni no, sino DEPENDE.

Si te ves identificad@ en este post, quizá es el momento de hacer una parada y preguntarte si lo que necesitas es una nueva formación u otro reto más interno, que tenga que ver con tomar conciencia de ¿qué me ocurre a mí, respecto a dar el paso a la acción y materializar lo que ya sé?

Share This